La Cultura es la totalidad de las formas de ser, de pensar y de actuar, se expresa en los modos de vida, creencias, valores, hábitos y capacidades de los actores que interactúan en sociedad, esto implica que todas las culturas tienen el mismo valor, solamente existen diversas maneras de manifestarse o representarse de acuerdo a un contexto histórico determinado. La cultura es dinámica y cambiante.
La memoria colectiva es el motor y sustento de la historia, es lo que cohesiona a un grupo social, permite auto reconocerse e identificarse con un destino común. El Patrimonio Oral permite que los saberes y conocimientos adquiridos a lo largo del tiempo se transmitan de generación en generación, se revitalicen y le den sentido a la existencia
La memoria colectiva es el motor y sustento de la historia, es lo que cohesiona a un grupo social, permite auto reconocerse e identificarse con un destino común. El Patrimonio Oral permite que los saberes y conocimientos adquiridos a lo largo del tiempo se transmitan de generación en generación, se revitalicen y le den sentido a la existencia
Los Diablos Danzantes de Corpus Christi, Venezuela, constituyen uno de las fiestas rituales más arraigadas, expresión del mestizaje cultural, vale decir, la diversidad cultural que caracteriza la conformación del pueblo venezolano y que perdura hasta nuestros días. Se manifiesta en distintas localidades de la región central del país con sus particularidades y semejanzas en cada una de ellas. Los participantes de la danza ritual pertenecen casi en su totalidad a cofradías religiosas que cumplen promesas, para lo cual se atavían con indumentaria especial, utilizan máscaras y tocados, así como diversos accesorios que identifican la manifestación localmente.
En el presente trabajo trataremos de recalcar todos y cada uno de los aspectos que involucran tanto la celebración del día de Corpus Christi como de la organización y diferentes aspectos de los Diablos Danzantes.
Origen y Significado de la Fiesta Tradicional de Corpus Christi.
La imposición de la cultura europea sobre las ricas y variadas configuraciones culturales prehispánicas existentes en los países americanos, fue el principal propósito de los colonizadores quienes pretendieron reproducir en ellos, realidades existentes en su país de origen. Uno de los objetivos mas importantes fue el de difundir la religión católica entre los pobladores de los territorios recién conquistados y a los contingentes de esclavos que fueron traídos desde África.
Es por eso que hoy, el calendario festivo iberoamericanas figuran como fechas de asueto las mas destacadas del calendario católico: Navidad, Cuaresma, Semana Santa, Corpus Christi y los onomásticos de vírgenes y santos patronos que rigen el ciclo de cada uno de los países.
En estas fiestas se incorporaron rasgos de las culturas preexistentes en cada nación. En Venezuela se adoptaron, además, aportes culturales de la población africana que, en condición de esclava, fue introducida durante el periodo colonial para integrarse con su fuerza y experiencia en las labores agrícolas y mineras que emprendieron en estos territorios. El núcleo fundamental de la cultura tradicional venezolana se constituyo así, con los aportes de los grupos indígenas, europeo y africano que están presentes, en diverso grado, en todas las expresiones culturales de raíz tradicional.
Existen claras disposiciones en las leyes Indias que trataron de reglamentar las fiestas cristianas, en especial las realizadas en honor al santísimo sacramento. Felipe III ordeno que se efectuaran misas en todos los pueblos para que creciera la devoción de los fieles, procesiones, uso de instrumentos musicales, colocación de altares y empleo de figuras alegóricas aparecen en estas disposiciones. Puede afirmarse que ya a comienzos del siglo XVII se conmemoraba esta fiesta en Hispanoamérica.
La primera celebración de hábeas Christi en Venezuela tuvo lugar en la Ciudad de Coro en el año 1582, con procesiones dentro de la iglesia que estaba alfombrada, como en España, con hierbas aromáticas. Siguiendo las reglamentaciones de las leyes de indias, se ordeno que en esta localidad que figuraba, en ese entonces, como capital de la provincia de Venezuela, se realizasen ceremonias en honor al altísimo todos los días jueves del año.
Las fiestas de hábeas Christi en Caracas se realizo desde el año 1590 y a partir de esta fecha sus características dependieron de las disposiciones de fondos públicos para costear la celebración en la que participaban todos los sectores de la población: Indígenas, europeos, africanos y sus descendientes que constituyeron hermandades y cofradías para dar brillo a los actos de homenaje a sus santos patronos. Estas fueron la únicas formas permitidas de asociación de indígenas y africanos, por lo que en ellas se desarrollaron lazos de solidaridad.
Mas adelante, cuando se constituyeron los gremios profesionales activamente a las celebraciones religiosas y con sus trajes coloridos y estandartes distintivos dieron vistosidad a las procesiones en honor al santísimo Sacramento. Altares callejeos, adornos con palma, flores e imágenes religiosas se ubican en la ruta de las procesiones. Se notificaba con anterioridad a los vecinos las disposiciones para colocar los altares, participaban en las procesiones danzas de indios, de negros y mulatos, personajes enmascarados caracterizados de diablos, tarascas, gigantes, dragones representativo del mal que con intención didáctica, se veían sojuzgados ante el poder del santísimo.
En algunas épocas, se organizaron obras teatrales de comedias “con tema moral” posteriormente suspendidas por trabas en la censura o por falta de fondos. Durante largos años desfilaron en las procesiones de Corpus por las calles caraqueñas los gigantes, la tarasca y los diablos enmascarados. A fines del siglo XVIII, los gigantes, la tarasca y los diablos fueron desapareciendo en la capital al haber sido prohibidos en Europa, donde se considero que habían perdido su significado simbólico.
Las comunidades que actualmente celebran en Venezuela la fiesta de Corpus Christi con danza de diablos están ubicadas en la zona centro norte del país, inmediatos a desarrollos industriales.
En su mayoría, fueron fundadas durante el período colonial contiguos a asentamientos indígenas, donde se establecieron haciendas para la explotación del cacao y otros cultivos como la caña de azúcar, el café y el añil. En muchos de ellos se desarrolló, además, la cría de ganado vacuno y caballar, en los costeros las actividades pesqueras ya tradicionales en las localidades. Para reforzar el trabajo indígena, fueron traídos pobladores africanos que aportaron su experiencia en labores agrícolas e hicieron prosperar significativamente las plantaciones.
La mano de obra indígena y africana debía ser conversa. Le fue impuesto además del bautismo, la obligatoria asistencia a los servicios religiosos dominicales, el conocimiento de la doctrina cristiana y oraciones; así como su participación en las celebraciones devocionales públicas que establecieron las nuevas autoridades políticas y religiosas.
Indígenas, morenos libres y esclavos, pudieron integrarse a las hermandades y cofradías religiosas. Bajo la atenta mirada de misioneros y amos, la población no europea pudo incorporarse a la cofradía del Santísimo Sacramento, Corpus Christi, estimulada durante el período colonial por los misioneros de las diferentes órdenes religiosas que dedicaron sus esfuerzos a la evangelización de las diferentes regiones del país, siguiendo las disposiciones de las Leyes de Indias.
El eje del poder económico, político y religioso se estableció en la zona central del país, y tuvo como área de influencia los importantes núcleos de explotación cacaotera base de la economía colonial, por muchos años el principal rubro de exportación. Allí una mayoritaria población no europea comenzó tempranamente a celebrar actos en honor a la imagen emblemática del catolicismo: el Corpus Christi.
Venerada en toda Venezuela, con los más ricos altares y nutridas procesiones, adquirió en numerosas localidades centrales carácter especial: grupos de creyentes interpretaron el papel del más encarnizado enemigo de la religión católica, danzaron en el interior y fuera de los templos para demostrar su humillación ante el supremo símbolo cristiano.
Habían probado la fortaleza y eficacia del poder del Santísimo a través de infinidad de milagros: prodigiosas curaciones, salvación ante graves peligros, entre otras demostraciones. Los diablos, desde entonces danzaron por devoción y cumplimiento de promesas hechas al Corpus Christi, por ellos mismos, o por persona interpuesta, en una demostración pública de gratitud y de fe.
Las restricciones impuestas por la Iglesia, en las principales ciudades, no alcanzaron con la misma intensidad a comunidades vecinas de las haciendas cacaoteras u otros núcleos de producción agrícola y pecuario en la región central. El aislamiento, favoreció la continuidad del rito, apuntalado por una devoción inquebrantable.
Personajes que Intervienen en la Danza Festiva
Primer capataz y segundo capataz: encabeza el grupo de diablos, en algunas poblaciones los cuentan varias veces antes de entregarlos al "perrero", personaje encargado de velar por su número, orden y evitar la interrupción de personas ajenas, apartándoles con gestos a veces cómicos, como rasgo de diferenciación de estos se puede señalar que el primero de estos cuenta con cuatro cuernos a diferencia del segundo que solamente posee tres.
Diablos: representan el cuerpo de baile subordinado a las ordenes de los capataces, estos se caracterizan y diferencian por solo contar con dos cuernos en su mascara.
Función Social de los Diablos Danzantes de Corpus Christi.
Las hermandades de Corpus Christi, además de su actividad devocional pública, despliegan una serie de misiones de solidaridad especialmente con los miembros de su asociación que les destaca como ejemplo de cooperación comunitaria. La atención a enfermos, apoyo a las familias de cofrades fallecidos y a obras de interés colectivo, las convierten en referencia positiva aceptada por los integrantes de sus comunidades. Promueven el respeto a las personas mayores, a las jerarquías y al trabajo en conjunto. En sintonía con los nuevos tiempos y con las necesidades de apoyo económico participan en representaciones públicas para dar a conocer directamente su danza; así como su firme creencia en los poderes milagrosos del Santísimo Sacramento. Varias sociedades ofrecen talleres para la enseñanza de la danza, fabricación de máscaras y trajes. Las personas que integran la directiva de la hermandad gozan del respeto público. Algunas de ellas han recibido reconocimientos honoríficos de parte de las autoridades locales. También las agrupaciones han sido objeto de distinciones semejantes. La fundación de la Cofradía de Diablos Danzantes de Venezuela ha contribuido, en corto tiempo, a propiciar su propia estima como representantes de una tradición que es factor de identidad y cohesión.
Función Simbólica de los Diablos Danzantes de Corpus Christi.
"Nos disfrazamos de Diablos y entonces vamos humillados ante el Cuerpo de Cristo que es la Santa Custodia, vamos humillados a pagar una promesa, pagamos y salimos humillados..."
La danza de diablos encarnados por devotos del Santísimo Sacramento se realiza para demostrar, públicamente, la sumisión ante el supremo emblema del cristianismo. Cobra trascendencia hoy, la heterogeneidad simbólica producto de un proceso histórico integrador, manifiesto en un ritual dinámico que desde hace siglos se repite anualmente como interpretación de la eterna lucha entre el bien y el mal. La indumentaria especial que oculta la identidad y apenas deja ver las manos de los danzantes adquiere con la máscara, misterio y carácter. Ella otorga a los diablos rostros fabulosos y terribles, alegorías de animales fantásticos secularmente asociados a los deseos impuros, como el cerdo; a la perversidad como los dragones; monstruosos seres marinos y otras tantas imágenes producto de la inspiración de sus creadores. Las máscaras, mágicas y solemnes exhiben expresiones malvadas, asombro o burlonas sonrisas, ostentan cuernos y fieros colmillos, emblema de fuerza y primitivo poderío. Refuerza la imagen prepotente, el uso de bastones o látigos que pueden ser asociados tanto a la figura de los capataces de esclavos, como a los flagelantes que desfilaban en el medioevo. Los símbolos cristianos protegen a los danzantes de ser poseídos por el demonio: pequeñas cruces confeccionadas de palma bendita, de tela o cintas cosidas al traje, medias y calzado; medallas, rosarios, oraciones, escapularios y estampas, no siempre visibles y según las creencias compartidas plenas de un poder incuestionable. La participación en la danza como pago de promesas exige ceremonias de iniciación y generalmente la exclusión femenina, que adquiere importancia en otros aspectos del ceremonial. Una maraca en la mano derecha, tradicionalmente usada por chamanes de sociedades indígenas, en ritos para conjurar el mal y la enfermedad, es empleada en casi todas las comunidades de danzantes; así como sonajas metálicas de diverso tipo que según antiguas creencias de culturas orientales y africanas, poseen la facultad de ahuyentar los malos espíritus. El más importante es el cascabel, que tiene en su superficie una hendidura en forma de cruz. Con esta misma finalidad se hacen los pasos y formaciones en cruz, bajo la atenta observación de las órdenes de los guías o capataces, durante el tiempo sagrado de la acción de gracias que posibilita la salvación y el beneficio personal o colectivo.
Función Cultural de los Diablos Danzantes de Corpus Christi.
La manifestación de los Diablos Danzantes de Corpus Christi es ejemplo de la integración histórica de las configuraciones culturales de los diferentes grupos que contribuyeron a la constitución del núcleo de la cultura popular tradicional venezolana. Indudablemente el aporte europeo, determinado por la creencia religiosa impuesta, durante el período colonial, ha dado paso a elementos de evidente procedencia indígena y africana. Buena parte de las poblaciones fueron haciendas cacaoteras en las cuales se establecieron núcleos de esclavos, procedentes de diferentes regiones de África. Sus contribuciones en el curso histórico están fuera de discusión. Como en otras expresiones de la tradición popular venezolana, bajo el aparente predominio de lo europeo, existen una serie de elementos culturales subyacentes que cobran en diverso grado importancia en los rituales. La pesquisa sobre este tema, deberá ser motivo de estudios particulares.
Música, Danza y Drama Utilizados Durante el Ritual.
“La danza se acompaña con el ritmo de la maraca y el movimiento de las campanas, el cencerro y las sonajas que se llevan en la cintura.”
La música que acompaña la celebración de los Diablos Danzantes de Corpus Christi, es de tipo instrumental. Las diferentes fórmulas rítmicas están ligadas estrechamente a la secuencia de actos y figuras representados a lo largo del ceremonial.
En cada una de las localidades tiene rasgos particulares en cuanto al uso de los instrumentos musicales y a los llamados toques o repiques instrumentales. Aún cuando poseen variadas designaciones y características, pudieran identificarse así: fórmulas de llamada, para la convocatoria; para las diferentes etapas de la ofrenda o rinde; las fórmulas que sirven de enlace, e indican el paso a otra etapa del ritual; y también para la diversión, que se efectúan por petición y debe ser remunerada. Este tipo de música, exclusivo de la celebración, sólo se realiza el jueves de Corpus y en la Octavita.
Los instrumentos empleados son: el tambor o “caja”, que se ejecuta como redoblante a la usanza tradicional que acompaña las procesiones en España. Este instrumento, en Naiguatá, estado Vargas, es un tambor de barril, llamado “pipa”; en San Francisco de Yare, Chuao y San Rafael de Orituco es un membranófono de doble parche, tipo granadero.
El cuatro, o guitarrilla de cuatro órdenes simples, es un instrumento de amplia difusión en Venezuela y es utilizado por los danzantes en Cata, Cuyagua, Ocumare de la Costa, Turiamo, Patanemo y San Millán. Vale destacar que en Patanemo se practica la inversión o cruzado de las cuerdas, para conjurar las malas influencias.
En Chuao y San Rafael de Orituco se emplean separadamente tanto el cuatro como el tambor.
La maraca es un idiófono de sacudimiento utilizado por las etnias indígenas históricas y actuales, se ejecuta en la mayoría de las celebraciones rituales populares venezolanas, en la mano derecha del mismo modo en que ha sido empleada secularmente por la población indígena en sus actos ceremoniales.
Un conjunto de cencerros, campanas y cascabeles atados a un cordel colocado en la cintura, ofrece un sonido abarcante que identifica al grupo de danzantes. El sacudimiento y entrechoque se acentúa con el desplazamiento y los constantes giros y saltos de la danza.
Todos estos instrumentos, de diversa procedencia, se han integrado históricamente en la ceremonia.
Coreografía Típica y Danza
Ante el toque de llamada, se produce la impactante llegada de los diablos a las puertas del templo; allí se da comienzo a una serie de actuaciones que abarcan iniciación, pago individual de promesas y ofrendas. El grupo seguirá atento y disciplinado al desarrollo de la misa en el interior del templo y dará dramáticas demostraciones de humillación.
Puede señalarse como rasgo general la condición libre de la danza; sin embargo durante el ritual de la misa se atiende a una coreografía de formaciones en cruz y en doble hilera que se entrecruza, desplazamientos en espiral, en figura de ocho, en círculo con uno o más danzantes en medio. También la danza en retroceso, propia de los momentos en que se retiran o están ante algún símbolo religioso. Desplazamientos rítmicos hacia adelante y atrás, acostados sobre el piso, de rodillas, que pueden estar acompañados por silenciosas oraciones o aterradores quejidos y gritos como en San Francisco de Yare, donde al igual que en Naiguatá, la danza es libre y tumultosa.
Es típico el paso cruzado. Cada danzante realiza con su pie sobre el piso el símbolo de la cruz, giros, medias vueltas, saltos variados, algunos apoyados sobre los brazos, elevando alternativa y rápidamente las piernas; también se llevan a cabo giros, con los brazos desplegando la máscara como si la dotaran de vida, o bien dejándola caer en señal de derrota.
En los saltos, por lo común, se sacude con vigor la maraca y emiten su sonido las sonajas atadas a la cintura, se despliega la capa o el lienzo al que va unido la máscara.
En Yare, son propios los llamados pasos del escobillao y el cuatro, que se ejecuta con una pierna cruzada a la altura de la rodilla opuesta, dando elásticos saltos y movimientos convulsos del cuerpo. En todos los lugares puede apreciarse que en algún momento de la danza los participantes actúan libremente como si estuviesen poseídos por una fuerza sobrehumana, para luego caer en una especie de letargo.
En Chuao, los danzantes se presentan en grupos llamados regiones o legiones, pero su actuación es conjunta. Cada uno lleva en su mano izquierda un látigo de vara larga que al apoyarla sobre el piso subrayan determinados momentos del ritual.
Todo transcurre bajo la mirada vigilante del perrero, a veces ayudado en esta dura tarea por una mujer, que atiende las necesidades de los danzantes, o corrige si algún elemento de la indumentaria se encuentra fuera de su sitio.
Los momentos de enlace que indican el inicio de una nueva etapa del ritual; así como algunos toques, son aprovechados para recuperar fuerzas durante la agotadora jornada.
Precursores de la Danza en la Localidad Estudiada.
Citar una fecha exacta de la conformación del primer Grupo de Diablos en Tinaquillo es una tarea más que difícil; ya que no existen testimonios escritos de la misma, lo que si se puede asegurar en forma aproximada, considerando algunos relatos de personas de la población, es que a principios del siglo XIX ya existía un grupo de personas que se dedicaban a esta actividad en forma parcial. Otro aspecto que no se ha aclarado totalmente es como, quién y de donde se trajo la idea de crear una manifestación de esta naturaleza.
Tenemos que resaltar un hecho de trascendental importancia, y es que independientemente de donde sea el origen, las personas que se encargaron de darle cuerpo a esta idea, utilizaron al máximo la creatividad para conjugar una serie de elementos tantos Españoles, Africanos e Indígenas y así fundamentar una manifestación con características propias sin prescindir de lo sagrado y religioso.
Es en el año de 1.920, cuando esta manifestación toma mayor relevancia, guiados de la mano del Sr. Luis Roche una serie de personas en las que se encontraban: Virgilio Valera, Melquíades Valera, Dimas Aponte, El negro Castellano, José Betancourt, entre otros; se encargan de dar a conocer, no solamente en Tinaquillo, sino además en otras regiones aledañas, dicha manifestación y esta pasa a formar parte de la identidad del pueblo. De esta fase en adelante la historia de los Diablitos de Tinaquillo se puede decir que se ha dividido en etapas enmarcadas por sus capataces.
Al producirse la muerte del Sr. Luis Roche, en el año de 1.935, toma las riendas del grupo como capataz el Sr. Virgilio Valera.
La presencia del Sr. Valera como capataz de los Diablos fue corta, se estima que su permanencia fue de aproximadamente 10 años; se puede decir que con la salida de él se cierra la segunda etapa de la Manifestación, dándole paso a la tercera generación. En el año de 1.945, con la salida del Sr. Valera toma las riendas de la agrupación el Sr. Dimas Aponte; con el se suman, como integrantes, las siguientes personas: Juan Flores (Perico), Pablo Flores, Félix Acuña, Tito Machado (Cuatrista), Félix Monsalve, Virgilio Franco, Emiliano Reyes, Ramón Pérez, Mariano Peralta, José Camacho (Camachito), José L. Cabrera (el catire), etc. En esta etapa se acentúa la participación de la manifestación y se exploran nuevos lugares de proyección como : El Pao, El Baúl, San Carlos, Tinaco, Guacara, Yagua, etc. El Sr. Dimas Aponte se mantuvo como capataz durante aproximadamente 15 años, siendo separado de ese rango, por voluntad del resto de los integrantes, en la población de Yagua Edo. Carabobo en el año de 1.960, aquí se cumple la tercera etapa dando paso a la cuarta generación. Con la salida abrupta del Sr. Dimas Aponte se decide nombrar como capataz al Sr. Ramón Pérez, a quién lo secundaba el Sr. Mariano Peralta; en esta etapa se suman las siguientes personas: José Aponte, Víctor Aponte, Elio Romero, José López, Luis Cabrera, Elio Machado, Zoilo Pérez, Víctor Castro, etc. Además se iniciaron como niños: José L. Cabrera (hijo) y Servideo Pérez (El Negro). En esta etapa sucede un acontecimiento tan importante que vendría a garantizar la permanencia de la manifestación en el pueblo, la idea impulsada por la maestra Cristina de Bocaney y por el maestro Leopoldo Molina en el Grupo Escolar "General José Antonio Anzoategüi", de ensayar a un grupo de niños para formar el Grupo de Diablitos del Anzoategüi, esta iniciativa fue seguida por el resto de las escuelas del pueblo, siendo dentro del plano cultural materia obligada para las instituciones. Esta semilla permitió el rescate de la manifestación, al haberse extinguido años más adelante. Debido al fallecimiento de algunos de los integrantes del grupo y por enfermedad de otros los Diablitos dejan de salir en el año de 1.973, cerrando así la cuarta etapa de la Manifestación. Luego de 10 años de inactividad un grupo de personas impulsados por el cumplimiento de un compromiso adquirido, decidieron iniciar los ensayos con la meta de reiniciar las actividades, de salir a la calle y así eliminar la nostalgia que les infundía el recuerdo del pasado; sabían que el camino era largo y duro, pero les impulsaba la Fé en lo que estaban emprendiendo. Así luego de una serie de ensayos, el santo día jueves de Corpus Christi del año 1.983, salen de nuevo a la calle en el reinició de las actividades; en este importante día se inicia la quinta generación; la agrupación la conformaban las siguientes personas: Elio Romero (capataz), Carlos Cabrera (segundo capataz), José Cabrera (hijo), Servideo Pérez (el negro), Pablo Hernández, José López, Domingo Rumbos (el muerto), Pedro Gonzáles, Carlos Hernández (paraparo), José Pérez (cuatrista), José Morales, Israel Martínez, etc.
En el segundo año ocurre un acontecimiento importante para la evolución de la manifestación, como lo fué la incorporación de la mujer en la danza, este hecho no fué ocasionado por una simple decisión sino que la mujer estaba reclamando el derecho adquirido al participar en la Escuela como parte de la semilla que permitió garantizar la permanencia. Citaremos algunos nombres: Ana Mercedes Martínez, Nelida Cabrera, Isbelia Cabrera, Maria Ronci, Carolina Carballo, etc.
En el año de 1.987, por ausencia del Sr. Elio Romero y por ser el Segundo Capataz, le correspondió asumir la responsabilidad al Sr. Carlos Cabrera, quien dirige la Agrupación actualmente.
Trajes
“...En un siglo pasado, como no había el modernismo de lo que es la tela, no había ese colorido, entonces lo pintaban ...Hoy en día no, porque se consiguen telas más floreadas y la cosa tiene más colorido.”
Probablemente los primeros trajes de diablos de Corpus fueron pintados a mano, tal como fueron las armazones correspondientes a las figuras de tarascas y gigantones. Testimonios de antiguos cofrades, aseguran que en San Francisco de Yare y Patanemo la decoración del traje se realizaba como, hasta hoy, se hace en Naiguatá: un pantalón y camisa blancos. Se dibujan completamente a mano, con predominio de diseños geométricos, coloreados con tintes vegetales, más tarde se usaron creyones y marcadores de tinta de colores vivos. Cada uno de estos trajes es en sí mismo una obra de arte, que en conjunto ofrecen una imagen de belleza considerable. Existen referencias del uso de sellos de madera con motivos diversos que eran humedecidos en tinturas y estampados a la tela blanca de camisas y pantalones.
Esta labor, realizada generalmente en las casas de los principales miembros de la hermandad de Corpus, requiere una anticipación mayor que cuando se emplean telas estampadas de fabricación industrial. Como en todas las comunidades donde se realiza la celebración, los trajes son retocados o renovados previamente, en esta labor cooperan activamente las mujeres vinculadas a la hermandad.
En las poblaciones aragueñas de Ocumare de la Costa, Cata, Cuyagua, Turiamo y Chuao; así como en las carabobeñas de San Millán y Patanemo, existe afinidad en cuanto al uso de pantalones a media pierna, camisas de mangas largas y amplias capas rematadas con faralás, flecos, madroños y volantes de colores contrastantes. En ocasiones llevan aplicaciones, bordados de pedrería con el motivo de la cruz, tan adornadas como sean las posibilidades económicas de cada uno.
Las telas que emplean para la confección son generalmente estampadas de colores brillantes y alegres combinaciones. Utilizan medias largas y casi siempre calzan alpargatas, de modo que puedan coser sobre el tejido pequeñas cruces de palma, de tela o cintas.
Los diablos danzantes de San Francisco de Yare, llevan vestimenta roja, las mangas y el pantalón son largos, la capucha, del mismo material es amplia y durante el baile la despliegan como si fuese una capa.
En Tinaquillo, estado Cojedes, el traje se confecciona con telas satinadas que combinan los colores rojo y negro, opuestos al modo de los arlequines: los blusones son de manga larga y pantalones bombachos a media pierna. En San Rafael de Orituco, la indumentaria es semejante. Lleva además, cruces cosidas en el lado izquierdo del pecho y suelen poner cascabeles en sus alpargatas. Puede apreciarse entre ellos, el uso de indumentaria corriente a la cual cosen listones de tela en los laterales del pantalón y cruces como se acostumbra.
Máscaras
“Las máscaras varían, cada uno elige el animal que le gusta. Las hago de distintas formas: de perro, de ganado, caras diabólicas; el que viene escoge la que más le gusta, a gusto del que va a pagar la promesa...”
Símbolo de la celebración, el diseño de la máscara de los danzantes de Corpus Christi es igualmente diverso en cada localidad. Coloridas y vistosas, cada una es obra individual cuyas características corresponden en algunos lugares a la jerarquía de quien la porta; así como a los recursos y a la creatividad de su autor. Es frecuente que cada danzante confeccione su máscara, pero también hay personas especializadas en esta tarea. En numerosas comunidades, existe el testimonio del uso anterior de la corteza del fruto del taparo, la adaptación de cuernos hechos con corteza de coco y también cuernos de vacuno.
En Naiguatá y San Francisco de Yare, las máscaras tienen aspecto de animales fantásticos. Son confeccionadas con técnica de papier maché o capas superpuestas de papel engomado sobre un molde de madera o de barro, sobre el cual suelen utilizar una mezcla de yeso. La pieza puede ser unida a una estructura de alambre, y debe someterse a un proceso de secado previo al acabado de detalles, como incorporar orejas, cuernos, dientes o lenguas. Luego se hace la decoración al óleo. En Naiguatá, las máscaras llevan en la parte superior un aro metálico forrado, -como si fuesen cuernos unidos- del que cuelgan cintas de colores. Los motivos son diversos: cabezas de toro, de perro, de caimán, pero predominan las de monstruosos animales marinos.
Las máscaras de San Francisco de Yare tienen cuernos, cuyo número varía según la jerarquía de los danzantes: la del primer capataz, posee cuatro cuernos; la del segundo capataz, tres y las de los demás diablos llevan dos. Hace unos cincuenta años, casi todas las máscaras simbolizaban la “cara de cochino”. En la actualidad predominan las de cabeza de vaca o de toro y las inspiradas
en dragones.
En Chuao las máscaras son elaboradas mediante la colocación de capas superpuestas de arcilla, retazos de telas rústicas y papel de periódicos. En la arcilla se incrustan los cuernos rectos inclinados hacia adelante que luego son unidos con un tejido de cintas que llevan los colores de la bandera nacional.
La decoración pintada principalmente en negro y rojo, lleva resaltantes trazados blancos que ofrecen un aspecto espectral y sonriente.
Las máscaras en Ocumare de la Costa, Patanemo, San Millán, Turiamo, Cata y Cuyagua presentan variedad no sólo por los materiales utilizados, sino por los patrones del diseño y fabricación. Se emplean desde la corteza del fruto del taparo, la malla metálica o plástica, con sencillos arreglos o cuidadosamente policromadas; también conocen la técnica del papier maché, con colorida decoración al óleo. De los cuernos, cuelgan cintas o van entretejidas y sueltas en los extremos. Son notables las grandes trompas con bocas abiertas a las que asoman fieras dentaduras y lenguas colgantes de cartón.
Todas las máscaras llevan unido en el borde superior un trozo de tela suficientemente largo como para mantener cubierto el rostro cuando llevan la máscara sujeta en la mano extendida. El tipo de tela es variable, en San Francisco de Yare, es confeccionada con la misma del traje. En Naiguatá, Ocumare, Cata, Cuyagua, Patanemo, y San Millán suele ser de malla ligera. En Chuao, usan pañuelos o trozos de diversos lienzos multicolores y en San Rafael de Orituco, de satén rojo.
En Tinaquillo se emplea un pañuelo rojo al cual se sujeta la máscara con una técnica que evoca el tocado tradicional de algunos pueblos árabes.
Protecciones y Accesorios
“Yo trato de darles una buena protección contra del diablo, y les rocío agua bendita en el camino hacia la cruz del perdón. (...)La gente piensa que eso es mentira, pero no es.”
Las palmas benditas, colectadas durante la Semana Santa el Domingo de Ramos, según una arraigada tradición del pueblo venezolano, son empleadas como protección ante diversos peligros. La palma, secular emblema de la victoria, bendita y en forma de cruz representa un valioso talismán en la lucha contra las fuerzas misteriosas y malignas.
Ante la firme creencia de que el demonio puede incorporarse a través de quienes los representan en la ceremonia de los diablos danzantes, estos utilizan pequeñas cruces de palma o de tela de colores contrastantes, cosidas en su indumentaria. Se pueden ver sobre el pecho, en la espalda, extremidades y aún en el calzado. Usan también cruces de tela aplicadas sobre el traje.
Otros símbolos religiosos son la medalla del Santísimo y el rosario, sarta de cuentas con un crucifijo bendito, testimonio del pago de promesas por persona interpuesta, casi siempre mujeres que como sabemos tienen limitaciones para incorporarse a la danza. Cada participante lleva oculto, o a la vista, escapularios, estampas y oraciones para su protección personal.
Igualmente, se efectúan actos privados de oración, en los cuales tienen papel preponderante las personas de más alta jerarquía en las hermandades, y mujeres reconocidas por su positivo poder benéfico en la formulación de oraciones para conjurar los riesgos de la tentación. El rocío con agua bendita es también parte de estas medidas espirituales.
Escenarios Donde se Manifiesta la Expresión Cultural.
En cada una de las localidades se da una danza complementaria de carácter festivo que generalmente se realiza a petición de los presentes, en la calle o en algún hogar, donde recibirán una limosna o donativo que los gratifica. Así encontramos en Cata la llamada Danza del Mono Quitumbo; el Galerón en Patanemo y Turiamo; la Mojiganga y el Calabarí o Carabalí, en Chuao; el Baile del Vaso, en Naiguatá; en Tinaquillo, el Sebucán o Palo de Cintas y el Pañuelo. Estas actuaciones, de contenido burlesco o diversional, son realizadas luego del servicio religioso y a distancia del templo.
Los diablos de Chuao y Turiamo, además de realizar su danza en la procesión cumplen un ritual en el interior de la iglesia, después de la misa de Corpus. Ordenados en fila doble van pasando por parejas y se prosternan ante la custodia que contiene la hostia, depositan la limosna prosternados ante el altar haciendo el signo de la cruz sobre una bandeja, colocada para tal fin. Luego se colocan nuevamente en las filas. Se retiran del recinto danzando al compás de música de cuatro sin darle nunca la espalda al altar.
También se hacen ceremonias danzarías en las visitas rituales al cementerio y a las tumba de cofrades desaparecidos; a hogares de miembros de la hermandad, enfermos o fallecidos. Antes de penetrar al recinto simulan tener dificultad para acceder, con reiterados movimientos hacia adelante y atrás, como si les empujaran rechazando su presencia desde el interior del lugar.
Escenografía para la Difusión de la Manifestación Cultural
Los preparativos de la conmemoración de Corpus se inician varias semanas antes de la fecha que es esperada por toda la comunidad. La actividad se multiplica entre los miembros de la hermandad: la confección y retoque de trajes, máscaras y accesorios, van aunadas a los ensayos de la ceremonia que, como es debido, se realizan bajo la dirección de capataces y de los miembros más antiguos. En casi todas las comunidades la diablada se reúne para ultimar detalles y también para cumplir con algunos rituales. Muchos suelen ataviarse como lo harán el día de la fiesta, hacen visitas al cementerio, a altares y a casas de miembros de la hermandad. En algunos sitios, como San Francisco de Yare, el nicho de la custodia vacío es paseado por las calles y llevado hasta la puerta de la iglesia. Durante el recorrido se suman a la comitiva numerosos fieles. En el transcurso de la noche, hacen oración colectiva y privada, guardan sumo recogimiento y no deben consumir bebidas alcohólicas. Existe la convicción que para la fecha, el demonio anda suelto y es muy alto el riesgo de recibir malas influencias y tentaciones. Con frecuencia se realiza un velorio, en honor al Corpus Christi. Los miembros de la hermandad y los pagadores de promesas que están residenciados en otras localidades, llegan para integrarse a la preparación de la ceremonia.
Comienzan a verse por las calles diablos ataviados con sus máscaras, mujeres con niños en brazos, que llevan símbolos cristianos o propios de la celebración popular. Muchos de ellos asisten a pagar promesas. El templo, generosamente adornado tiene plena asistencia y en las afueras se reúnen los devotos para escuchar desde allí la misa y seguir la demostración de fe que realizarán los diablos danzantes. Se inicia el estallido de los fuegos artificiales y el repicar de las campanas de la iglesia. Aumenta la expectación ante el comienzo de la misa y de la llegada de los danzantes. El sonido de toque de llamada, se une al de las maracas y el tintineo de las sonajas atadas en la cintura, y vestimenta. Impactante y solemne, su presencia llena de colorido. Es el centro de las miradas. Se ubican en el atrio de la iglesia y desde allí siguen respetuosamente el desarrollo del servicio, mientras cumplen con su propio ritual: pasan ordenadamente de rodillas a hacer su ofrenda de estricto cumplimiento. En los momentos cruciales de la misa, como la consagración, los diablos se postran en el piso, sumisos y vencidos. Al concluir la misa, en medio del repicar de campanas y de los fuegos artificiales, los pobladores se preparan para la procesión con la custodia, a la cual se suma el conjunto de danzantes, quienes demostraran diferentes coreografías y pasos en danzas colectivas y libres. En algunas comunidades el recorrido se efectúa en horas vespertinas y se prolonga hasta la noche. La procesión que encabeza el sacerdote con la custodia, conducida bajo palio, cuenta con la presencia de las autoridades de la comunidad y de las hermandades religiosas, que llevan estandartes distintivos. Habrá parada y bendición en cada uno de los altares ubicados en la ruta; allí también tendrá lugar una ceremonia con oración y danza por parte de los diablos. Al finalizar el recorrido y producirse el retorno de la custodia al templo, los danzantes harán nuevas figuras en el atrio, antes de reunirse en casa de algún miembro de la hermandad o en la calle misma, para hacer las danzas de diversión. Se habrá preparado una comida para ser compartida con la comunidad, muchas veces patrocinada por un devoto como pago de promesa. En algunas poblaciones se celebra la llamada Octavita de Corpus, en la cual se repiten actos semejantes a los del día principal de la fiesta.
En el estado Aragua, las poblaciones de Cata, Cuyagua, Chuao, Ocumare de la Costa y Turiamo, todas señaladas desde el período colonial como sitios de explotación cacaotera, vecinas al mar y separadas entre sí por cortas distancias y accidentadas vías terrestres, celebran Corpus Christi con danza de diablos que “rinden” ante el Santísimo en señal de sumisión. De las que se tienen referencias más antiguas son Ocumare de la Costa y Chuao, reseñadas por cronistas y viajeros en los años 1621 y 1649, respectivamente. Cata, Cuyagua y Turiamo, se mencionan por primera vez en el año 1773, aunque se presume que desde mucho antes también conmemoraron la fecha.
En el estado Vargas, inmediata al principal puerto del país y aproximadamente a una hora de la capital, se halla Naiguatá, conocida desde 1628 como antiguo pueblo de indios y productor de cacao, caña azucarera y maíz; allí la conmemoración de Corpus se remonta a una fecha imprecisa, con danza de diablos.
En el estado Miranda, destaca San Francisco de Yare, mencionada por los cronistas desde 1624, como sitio de sementeras, cría de ganado vacuno y caballar. Es el sitio emblemático de la celebración. Fue durante la colonia sede del Curato Rural de la región, y a ella acuden habitantes de todas las poblaciones cercanas a cumplir las promesas formuladas al Santísimo.
Diablos de Corpus danzan en San Millán (Puerto Cabello) y Patanemo en el estado Carabobo. En el estado Cojedes, la danza ritual se efectúa en el pueblo de Tinaquillo (1781), y en el estado Guárico, en San Rafael de Orituco, citado desde 1783 como centro productor de cacao y cría de vacuno y caballar.
Probablemente la presencia de diablos danzantes en la fiesta del Santísimo pudo haberse realizado, también, en muchas otras localidades: Borburata, Canoabo y Guacara en el estado Carabobo; Nirgua y San Felipe, en el estado Yaracuy; y San Hipólito en el estado Barinas, donde se han hecho esfuerzos para reestablecer la tradición de otros tiempos.
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